Creer en cuentos chinos


reyes-magos«¡Eso es imposible!» exclama Pablo de 6 años con los ojos fuera de las órbitas unas horas antes de la Noche de Reyes. Su prima María, de ya 9 años y, como ya os podéis imaginar, con mucha y más amplia experiencia vital, le cuenta con condescendencia al menor que lo de los Reyes Magos de Oriente no es más que un cuento chino. Le facilita todo tipo de argumentos para que el pequeño pueda, al fin, salir de su mundo infantil y entrar al mundo de los pre-puberales: lo de los Reyes falsos de las cabalgatas, las montañas de paquetes en las jugueterías, los rollos de papel de regalo a la salida de los centros comerciales, las preguntas incisivas de los abuelos, etc.

Tras unos minutos de conversación, el pequeño Pablo afirma rotundamente «Pero, María, ¿cómo se van a levantar mis padres a las 5 de la mañana? Los Reyes Magos vienen por la noche, porque son mágicos». ¡Un contraargumento irrebatible! Y, acto seguido, vuelve a sumergirse feliz en las profundidades de su puzzle de 48 piezas.

Como adultos, podemos observar con incredulidad la fuerza de la creencia de los niños que les lleva a considerar que, efectivamente, es mucho más factible el que 3 ancianos reyes surquen los cielos de toda la tierra, en una sola noche, dejando presentes, comiendo turrón y bebiendo licores en cada casa (¡qué vaya atracón y meopea que se deben de agarrar!¿será por eso que a veces se confunden de paquetes?) a que sean sus padres los se levanten a las 5 de la mañana a hurtadillas.

Pero nos sorprendería ser conscientes de la cantidad de profundas creencias «mágicas» que albergamos en nuestro particular mapa de la realidad que nada le tienen que envidiar a esa idea «peregrina» de que los Reyes Magos existen.

Aunque ya me imagino que no será vuestro caso (¡nunca lo es!), seguro que tendréis alguna persona conocida que ha comprado productos bajo la creencia de que en apenas un par de meses podría pasar de la barriga cervecera de Homer al torso-tableta-de-chocolate de Ronaldo o  a opositores que creen que en el resultado de su examen final influye poderosamente llevar o no consigo aquel amuleto en forma de ranita que se compraron en Salamanca.

Y, es que no sólo de pan viven el hombre y la mujer, sino de millones de creencias que constituyen nuestra particular forma de ver la vida y de vivir y estar en el mundo. Y, como el pequeño Pablo, realmente nos aferramos a algunas de ellas de manera bastante inconsciente mientras vivir bajo su influjo nos aportan un estado de felicidad, seguridad… hasta que un día dejan de sernos útiles como a la ya no tan pequeña María y nos toca o decidimos abrir los ojos a una nueva posibilidad…

Hasta entonces, toca disfrutar de los ojos brillantes del pequeño Pablo, una mañana más de Reyes, que mirando por la ventana agradece a su rey favorito que se haya acordado de él… aunque en su interior, una pequeña grieta ya haya abierto el espacio de la duda…

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